
Recuerdo el artículo en el que un conocido traductor de textos budistas se preguntaba:
¿Cómo pudo un hombre semidesnudo, sentado debajo de un árbol, hace más de dos mil quinientos años descubrir, sólo con el poder de la mente, entre otras cosas que no hay tiempo, que no hay espacio, y que no hay materia como creemos percibirla; que todos son simplemente conceptos. Curiosamente las mismas conclusiones a las que llega la física cuántica.
Mediante el estudio y la práctica de la meditación budista podemos llegar a entender este concepto y solucionar todos nuestros problemas humanos sin tener que movernos de la postura de meditación. No tenemos que buscar en otro lugar las herramientas ni culpar a nadie de estos problemas. Por costumbre y desconocimiento pensamos a la inversa, estamos continuamente buscando culpables para nuestros problemas diarios sin reconocer que esta forma de pensar no nos esta funcionando. El mundo que nos rodea no esta funcionando como pretendemos, hemos de aceptar que hace aguas por todos lados, la sociedad, nuestras relaciones, familia, economía, el medioambiente, el…, etc. Todo.
Si nuestra manera de pensar fuese correcta obtendríamos un mejor resultado que el que estamos obteniendo.
La indicación de haber adiestrado la mente es haber alcanzado lo contrario
«Geshe Kelsang Gyatso Rimpoché»
Una buena forma de comenzar puede ser
Desconecta el móvil tan solo unos minutos y déjalo separado de la vista. Busca una posición cómoda, lo más parecida a tu idea de postura de meditación. En un lugar sin ruidos externos, la tranquilidad llegará durante el proceso de tu meditación.
Desconecta de los pensamientos caprichosos (casi todos los que tenemos lo son) y concéntrate solo en esta lectura:
¿Dónde estoy leyendo esto? Haz una pausa un momento y pregúntate ¿Quién o qué está haciendo esta lectura? ¿Quién o qué está haciendo la comprensión? Una respuesta obvia a ambas preguntas es «la mente».
Normalmente pensamos que la mente tiene la intención de este o aquel objeto, como a las palabras de este texto o la somnolencia a la que nos dirigimos cuando estas palabras no pueden mantener nuestro interés.
Pero ahora, sin embargo, retrocede de las preocupaciones habituales de tu mente, respira por la nariz lenta y profundamente y descansa en la conciencia clara que es la mente misma. Si los pensamientos aparecen, déjalos que se reduzcan a su fuente, no los persigas, y relájate de nuevo en la conciencia sin contenido.
Cuando hayas estabilizado esta calma, la conciencia clara, pregúntate cuál es la verdadera naturaleza de esta calma, la conciencia clara. ¿Dónde se encuentra? ¿Está en tu cuerpo-mente como en un todo? ¿En partes particulares de tu cuerpo-mente? ¿En tu cerebro? ¿En una cierta parte de tu cerebro? ¿En tus neuronas? ¿Tus sentidos? ¿En el ascenso y descenso de los pensamientos? ¿En la interrelación de los pensamientos? ¿Pensamientos en reposo? ¿Completamente fuera de tu cuerpo-mente?
No importa dónde busques la mente, nunca llegas a un punto absoluto en el que puedas pensar, «¡Ah, eso es!» No encontrar la mente puede parecer al principio frustrante o incluso aterrador, pero cuando comprendes que así es como es, puedes descansar en ese no encontrar, en el estado claro, vacío y consciente que es tu mente natural, la mente como realmente es.
Descansando en la mente natural, te sientes alegre, y tan plena es esa alegría que espontáneamente desborda los límites de tu «yo».
Es la no perturbación, y ahora rebosante de esa plenitud, vuelves al mundo.
Unos minutos pensando en ello y comenzaras a sentir un cierto alivio. Es una buena forma de comenzar a meditar.
M.C.
(Imagen de portada: De vuelta al trabajo. New York, 1976)
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